Playas paradisíacas en enero

Veo en un reportaje de un periódico digital una lista de las mejores playas del mundo. Sí, en enero. A contrapié. Pero me gusta la atrevida propuesta, porque estas cosas suelen invadir nuestras pantallas durante todo el verano, como el anuncio de Estrella Damm, que nos promete un estío de fuertes emociones y todo muy happy, happy, para acabar diciendo resignados en septiembre: bueno, el año que viene será. En este diario adelantan los meses de calor, aunque luego, en pleno agosto, no vayamos a salir de los humedales del barrio de la ciudad, con las cigarras cantando al amanecer y todo eso.

En esta vida tienes que escoger entre lo posible y lo improbable, siendo nuestras expectativas no tanto lo que nos hemos marcado sino lo que hemos visto por ahí, en un cartel publicitario, en una información o incluso en lo que hemos oído por boca de un amigo, que repite, como tú, los clichés de una sociedad machaconamente repetitiva. Aunque sea improbable que la mayoría de los mortales vayamos a visitar una de esas paradisíacas playas, me parece bien que nos lo cuenten ahora, cuando no toca, cuando ya estamos pensando en el carnaval, en la Semana Santa, en la idea de que muy pronto llegará el invierno, tan agazapado como la marmota Phil.

Nos hemos habituado a los clichés y a los hábitos y todo lo que sea salirse de ellos nos introduce en un territorio oscuro donde no hay expectativas, sino incertidumbres. Y a poca gente le gustan las incertidumbres. Quiero decir que las expectativas vienen más por lo que hemos visto y percibido que por lo que procede de nuestro interior, de nuestros deseos naturales y puros. Por eso, que vengan ahora a hablar de playas me gusta, aunque solo sea por molestar… Lo cierto es que una escapada a Maldivas o la isla de Guana (en las fotos) no estaría mal en febrero…